Tarde marchita


Tarde marchita


 

Y se me echó la tarde encima

con todas sus horas, clavándome sus agujas

con las que se marca los tiempos para morir

en los surtidores de la sangre que vomitan

rabia de saberse vivos, de querer vivir.

 

Ni un solo segundo faltó en la diana de la hora

en la que el roto corazón se muda y se calla.

Ni un segundo. Todo tiempo, toda esperanza

se tornó viento que se evapora entre tu falda

buscando caminos perdidos entre las sombras.

 

Y se me echó la tarde encima

con todas sus verdades escondidas tras mis sueños.

El atardecer estaba lejos de tus brazos y de tus besos

y mis versos languidecían en su vacío inmenso

cuando la tarde los sumió en palabras marchitas.

 

Se me murió la tarde entre mi tristeza

y el cansancio con el que buscaba el eco de tu sombra.

Los pasos sonaron a cuerpo caído en tinieblas

perdida la voz de tus labios y el beso de tu boca.

Me faltaban tus manos, tu ternura,  tu sonrisa.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario