Carretera



 

 

Carretera

 
 
La vida viaja bajo mis pies esclavos del destino
al que mi camino me transporta casi sin quererlo.
El horizonte, cómplice, juega con cuentos infinitos
que imaginan las nubes en sus sueños de viento.
 
Todo nace y muere muy deprisa...
Tan deprisa...
 
El retrovisor dibuja fantasmas de fríos espejismos
del pasado de un mundo de instantes apenas revividos.
Todo se pierde entre la bruma de los recuerdos
que se niegan a olvidar el amargo dolor del olvido.
 
Aferro mis manos al volante con ese fiel instinto
que dan los dedos infantiles y su miedo desconocido,
y sigo como un niño desvalido hacia sus propios cielos
en los que el horizonte sueña siempre con luz de besos.
 
Todo muere y renace muy deprisa...
Tan deprisa...

 
 

Sólo dos palabras





Sólo dos palabras


 

Apenas basta un te quiero,

dos palabras que amenazan mi silencio,

y el mundo se queda mudo y quieto.

Y ya nada importa.

Sólo acaso un rumor de besos

que inunda de loca esperanza un cielo

que moriría sin ti entre mis versos.

Nada importa.

En tus ojos mueren mis negras sombras

y mi alma empapada en tu ternura sueña

paraísos con nombres de estrellas:

mis estrellas...

Todo es calma. Nada importa.

Sólo el cálido abrazo de este silencio

ciegamente adormecido entre tus besos

por el eco de este amor, de un te quiero.
 
 

 

 

Sombras de vuelta



Sombras de vuelta


 

He vuelto

al comienzo de aquel fin casi olvidado

con esa desgana que da el aire desgastado

por el vacío de muertos vientos.

 

Perdido el eco del mar y sus recuerdos

respiro este aire mohíno y seco

que me lleva al vergel de ese desierto

donde reverdecen historias de frutos muertos.

 

He vuelto.

Sombras de nombres renacen de sus cenizas

rompiendo la paz de mis necesarias fantasías.

Cierro los ojos. La muerte se disfraza de vida.