El lobo y la luna
,Quería
comenzar esta mañana con un cuento que me gustaba mucho. Tengo que confesaros
que no sé contar cuentos que no me
gusten: me aburre viajar por historias que no despiertan el brillo de mis ojos
. En concreto este trataba de una mariposa y de cómo descubrió el misterio del
fuego. Era en verdad un cuento que me parecía muy
hermoso y pensé que os gustaría, pero,
siempre hay un pero que se esconde tras las sombras , mis amigos, que comparten
mi interés por los cuentos, me han
recomendado que buscara otro porque –me
decían- ,este era un cuento muy difícil de entender. Y yo que últimamente soy muy
obediente y hago caso de lo que me dicen mis amigos, abandoné mi cuento en mi
maleta de trapo y busqué otro cuento en otros libros que escribieran líneas más
sencillas que yo no sé dibujar .El hecho
es que al poco lo encontré y os lo traigo aquí para contároslo. Digo esto
porque este cuento que he buscado , al contrario del anterior, es muy triste, pero yo ya os he advertido: no
tengo culpa alguna en eso. Se hace muy costoso dar explicaciones a los mayores
que olvidaron hace mucho tiempo ser niños
Muy lejos de aquí, había un pueblecito
que soportaba un invierno muy duro. Tan duro que ni los más viejos del
lugar se acordaban de otro tan frío como el de ese año, según decían los
abuelitos del pueblo a quienes siempre he escuchado con mucha atención. El caso
es que el paisaje se había cubierto de nieve y nadie salía a la calle
permaneciendo en sus casas esperando que el tiempo mejorase. Incluso los animales se habían refugiado en sus
cuevas esperando una temperatura más agradable.
Sólo un animal recorría aquellos
campos helados. Se trataba de un lobo herido que desfallecía de hambre. Era un
lobo de muchos años y de muchas noches aullando a su amiga la luna. Su herida
le impedía su ejercicio habitual de la caza
y el hambre y la fatiga estaban a punto de acabar con su vida. Y aunque
no tenía miedo, ya se sabe, ningún lobo
aun estando herido tiene miedo a una manada de corderos, iba arrastrándose por
la nieve contando las horas que le bastaban para morir. De pronto, sin embargo,
llegó por casualidad cerca de una granja y observó atento como uno de los perros que allí habitaban se
acercó hacia él.
El perro se aproximó con cara de muy
pocos amigos, pero al verle tan abatido
tuvo compasión de él y le pregunto, cariñoso , qué le pasaba. El lobo, con los
ojos cansados, le contó sus desventuras y el perro, que le escuchaba con la compasión que vive en los ojos brillantes le ofreció la solución:
-Vente conmigo- le dijo. Mi amo es muy
atento con los animales. Tendrás todos los días comida buena y abundante, lugar
cálido donde pasar el frío, agua fresca donde beber, ratos para jugar con otros animales y el trabajo es fácil. Tus
problemas se han acabado. Seguro que mi amo te aceptará como uno más de entre
nosotros- le aseguró.
El lobo no salía de su asombro. De
verdad parecía que sus problemas se habían resuelto. Al fin su suerte había
cambiado. Iba a contestarle afirmativamente cuando algo llamó poderosamente su
atención:
-
¿ Qué es
eso que llevas en el cuello?- le
preguntó.
El lobo sintió como una lágrima
resbalaba por su cara y silenciosamente bajó los ojos.
Y cuentan las estrellas en las noches
de frío invierno cuando sueñan allí donde los cometas murieron en el resplandor de su propia luz, que a la
noche siguiente vieron llorar a la luna
cuando esta descubrió en mitad de un lejano campo cubierto por la nieve el cadáver de un lobo que murió
de pena, de frío y de hambre.
A mí no me contaron más que
esto que os cuento, pero si alguno tiene
curiosidad por algún detalle del lobo y de la última noche que miró a la luna,
podéis preguntarle a ella a la que sí
se lo contaron los ecos del viento que silbaban tristes por su pueblo.
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